domingo, 27 de abril de 2014

Depredador nocturnal (Poema Original)

Tomo a mi presa entre mis manos,
le arranco la ropa y la poseo.
Mi miembro tan muerto como erecto
entra profundo hasta sus entrañas; duro y frío como la roca.
Este cuerpo, que es mi cuerpo se descontrola,
va y viene dentro de ella hasta que grita,
hasta que llora, hasta que implora piedad.

Dejo que mis labios fríos acaricien su cuello,
dejo que mis colmillos como navajas rompan su piel,
penetren sus venas, y el delicioso sabor brota incesante desde su corazón
para satisfacer este bulto de huesos de hielo y fría piel,
sin corazón ni sentimiento alguno.
La escucho gemir, suspirar.

Escucho su corazón que va mas lento.
Me baño en su sangre, dejo que su calor me arrope,
envuelvo mi miembro en caricias que no logro sentir.

La poseo con mi mirada, en silencio la obligo a saborear.
Traga su propia sangre.
Quiere morder y la complazco,
no puedo sentir dolor,
no puedo sentir pasión.

Maldita existencia. No puedo sentir.

Solo la humedad que brota de su cuello lacerado
me puede complacer.

Acabo con el juego absurdo.
Muerdo una vez más.
Succiono hasta que me regala su última lágrima.
Su último suspiro.

Limpio las sobras y grabo en mi memoria
esta noche magistral.

Este cerebro ya muerto no puede olvidar.

No siente piedad. Simplemente no siente.

Maldigo mi muerte. Esta maldita muerte
que me ha obligado a no morir.

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