viernes, 3 de noviembre de 2017

El País del Hambre





Foto: @fortunecris

Hoy fui con mi mamá a comer  en una pequeña feria al aire libre que queda relativamente cerca de casa.
Eventualmente vamos allí, a darnos un gusto, olvidarnos de la agobiante rutina y gastar la mitad del sueldo en comida chatarra que se alojará en nuestras caderas y nos hará sentir mal al terminar la noche. Fuimos allí a continuar con el mal hábito de una alimentación deplorable cuando se te agota la lista de opciones.

Esta noche yo pedí una pizza pequeña y ella se conformó con un helado. Tenía baja de azúcar. La depresión, y el estrés le elevan notablemente los signos de ansiedad y opta por comer mucho dulce, buscando complacer a su organismo insatisfecho.

Esa feria no es muy diferente a las demás del país. Se limita a un grupo de negocios de comida en pésimo estado, con iluminación media, alineados en semicírculo con un pequeño grupo de mesas y sillas desechas en medio.

Allí van las personas de la comunidad a pasar el rato, compartir en grupos y degustar comida grasosa, alta en carbohidratos y bebidas gaseosas. Eso es tan normal que pasa desapercibido.

Tan natural y cotidiano como los hijos del hambre. Así los llamo.
Me refiero al típico grupete de niños desnutridos, a duras penas vestidos, con la piel opaca, el cabello desastroso y muchas veces sin zapatos que se pasean entre las mesas con las miradas llenas de necesidad, las manos extendidas y los labios mordidos en una terrible expresión suplicante, esperando la caridad de alguien que, en apariencia, sí tiene para comer.

Esos niños se han proliferado tanto que podrían llamarse una plaga. Son todo un problema de salud pública. Una cofradía de culto a la desnutrición. Un conglomerado de desdichados y miserables que reparten su tiempo entre pedir y sobrevivir en medio del caos.




Fotografía: @miguelgutierrezphoto



Cualquier pesimista se limitaría a insistir en que su triste e injustificada existencia es culpa del inepto de Nicolás Maduro y su tren de ladrones con micrófono. Pero esta noche tuvimos la oportunidad de dejar de lado esa mala vibra que crece y se fortalece en medio de esta maldita realidad tan asquerosa.

Resulta que hace más o menos 3 semanas estábamos en ese mismo lugar y como de costumbre, un desfile de hambrientos paseó frente a nosotros buscando compasión, comida y piedad. En aquella oportunidad mi mamá había tenido un día terrible en el trabajo. Habían hecho los exámenes de salud ocupacional que revelaron que el 70% del personal que labora en la empresa presentaban grados de desnutrición. El más "obeso" alcanzó tan sólo los 58 Kg y mide 1.80 mts. Imaginen ustedes...

Además, había discutido con varias personas, la insultaron en la calle. Como de costumbre subió el dolar, de forma automática todos los precios así que se quedó sin poder comprar algunas cosas. Para finalizar la tarde tuvo un lío de quinto patio con mi hermano, así que se sentía realmente mal.
por eso fuimos a ese lugar en busca que su típico helado a ver si se calmaba.

Rememoro esa ocasión porque entre el grupo de chiquillos hay una niña que se le acercó expresamente a ella para pedir comida. No fue una buena idea; la desdichada habló justo en el momento en que mi enfurecida y frustrada madre me contaba su día terrible y revivía cada gramos de indignación y arrechera, así que en medio de la cólera casi contenida, sólo pudo responder a la pequeña con un rotundo y torturador NO.



Fotografía: @rosannahallak



Incluso a mi me dolió, e igual que la pequeña, sólo pude guardar silencio y bajar la mirada. Ella sólo siguió su camino con dolor en el rostro y resignación en el andar.
Transcurrieron sólo dos minutos para que mi madre analizara lo ocurrido y rompiera a llorar. Buscó a los niños con la mirada pero ya todos se habían ido. Era tarde.

Terminar su helado fue terrible para ella, que se entregó irremediablemente al llanto y la vergüenza. Las siguientes 3 horas sólo pudimos hablar de lo miserable que se sentía. Que no debió hablar así a esa inocente, carente de toda responsabilidad y culpa. Nos dedicamos a analizar su situación y la de otros tantos como ella.

Sólo pudimos lamentarnos, pedir perdón a Dios y la oportunidad de redimirnos, para concluir, como de costumbre, que lo peor que le ha pasado a Venezuela vino pintado de rojo con una H y una N como iniciales del nombre. Pero no comentaré nada sobre eso.

Escribo estas líneas para contarles que hoy volvimos a ver a Diosley. Sí, así se llama. Diosley, o lo que es lo mismo: Ley de Dios.

Hoy se acercó de nuevo a nuestra mesa. Tenía la misma camiseta vieja de Hello Kitty que alguna vez fue de color blanco, un blue jean que tal vez tenga desde los 7 años porque, no sólo está muy roto y muy gastado, sino que ya no le cierra. Un par de zapatos de varón que no le cubren los pies y el cabello rizo amarrado en una cebolla que hace mucho no se peina, ni se lava, ni se suelta.




Fotografía: @federicoparra




Hoy se acercó otra vez, con la mirada suplicante, avergonzada y hambrienta.
No habló, sino hasta que levanté la mirada fijamente a sus ojos enormes de pestañas insólitamente largas.
 "¿Señora, me puede dar algo de comida?"
Esas fueron sus palabras.
Tomé un plato de cartón que me entregaron con la pizza y le coloqué un trozo.
Se lo di en las manos y lo recibió con tanta desesperación y gratitud que casi lloré en el momento.
Pero me contuve porque entonces fue mi madre, con su helado en mano, quien llamó mi atención.

La miró fijamente y la invitó a sentarse con nosotras en la mesa. Ella, confusa e insegura accedió lentamente y se colocó frente a mi. Mi madre se giró y conversó con ella.

Tanto Diosley como yo quedamos desconcertadas con sus palabras. La pequeña parecía no entender lo que sucedía y yo, entre conmovida y orgullosa no encontraba cómo comer. Tanto así, que di refresco y pizza a dos pequeños más que se nos acercaron mientras ella hablaba. Yo ni lo razoné. Mis manos se extendieron solas mientras mi cerebro se percataba de cada letra que salía de los labios rojos y carnosos que decoran el rostro de la que me parió.

"Me pediste comida hace varios días y yo te dije que no"
"No debí hacerlo"
"Te pido perdón"

Diosley se quedó en una pieza, y yo también.
Sus ojos eran pura agua y su labio inferior temblaba de a ratos.
Ambas la escuchábamos hablar con atención hasta que le preguntó su nombre y yo, tuve la necesidad periodística de intervenir.

La niña tiene 11 años de edad. Estudia 6to grado en un colegio público del que no recuerdo el nombre. Es la penúltima de 5 hermanos y deambula por ese lugar todas las noches para "acompañar" a su hermano mayor.
Ella dice que tiene 14 años y trabaja allí parqueando carros.Él estudia 3er año de bachillerato y la cuida todo el tiempo.



Fotografía: @yasmiangeles


Su papá, es un fantasma. La ausencia hecha nombre. Una basura, tal vez. Y su mamá, es discapacitada. Tiene una pierna muy corta y "no puede trabajar".
Es alcohólica.

Diosley es espeluznantemente delgada.
Su piel morena maltratada por el sol adoptó un color dorado que con agua, jabón y cremas se vería muy hermoso. Su cabello es castaño medio.
Tiene muchas marcas. Cicatrices redondas que parecen heridas de bala, picadas en las piernas, pero ni una espinilla en la cara. Aún es joven para eso.
Tiene un cutis casi perfecto. Lindo, aunque sucio, pero eso se lava.

Y luego están sus ojos... Sus ojos son una mezcla espantosa de inocencia, confusión y sufrimiento.

Sus ojos me estrujaron el pecho, el cerebro y el alma.
Tanto dolor es injusto en un sólo ser humano, sobre todo si es tan joven y pequeño.

Nos contó que es buena estudiante y a veces saca 20 en sus tareas.
Aunque fue muy desconcertante que quiere ser médico forense de grande.
Es gracioso porque hasta hoy supo lo que hace un médico forense. Dijo que no le importa que tengan que abrir cadáveres. Eso es lo que quiere. Ojalá lo logre.

Nos dijo que cree en Dios, que quiere ayudar a su familia y las 3 veces que intentamos hablar de sus padres, golpeó la cabeza contra la mesa y rompió a llorar.
No pudimos volver a preguntar.
Pero mi madre no perdió la oportunidad de invitarla a la iglesia cristiana donde se congrega.
Le dijo que la buscara allí el domingo a las 10 de la mañana, que la invitaría a desayunar.

Ojalá vaya.
Yo no soy cristiana pero creo firmemente que las vidas sí se rescatan con la ayuda de Dios.
Sólo hace falta querer hacerlo.
Mi madre quiere hacerlo.

Escribo estas líneas para contarles sobre Diosley, y esta experiencia tan nutritiva. Aunque en los últimos días he tenido demasiadas maneras de comprobar que en este país de verdad morimos de mengua.




Fotografía: @yasmiangeles



Ya no somos VENEZUELA, el país del petróleo, las playas o las mujeres bellas.
Ahora somo VENEZUELA, el país de la delincuencia, la paranoia y los re brotes de epidemias erradicadas hace décadas como la Difteria.
Somos VENEZUELA, el país donde la muerte no descansa y la delincuencia es un rito.
Somos VENEZUELA; el país de los muertos jóvenes, de los huérfanos, los desempleados, las prostitutas y los cobardes.
Somos VENEZUELA, El País del Hambre...

Pero no todo es maldad en el mundo.
O al menos eso quiero creer.
Así que decidí escribir esta anécdota para contarles sobre Diosley y lo poco que sé de su historia, pero sobre todo, la escribo para contarles que conversando con ella sucedió algo extraordinario.

Hoy, de manos de una niña desconocida, desamparada y tal vez condenada a la miseria, aprendí sobre el perdón.

Sé que mi mamá consiguió eso esta noche.
Sé que Diosley la perdonó por el mal trato de la otra vez. De no ser así, no le habría dicho que la buscaría el domingo, no habría agradecido lo que al final fueron dos trozos de pizza y el helado que terminamos por darle, y no se habría despedido gentil y rápidamente para llevarle lo que le quedaba a su hermano, antes de que se derritiera.

No le habría sonreído a mi mamá, con esos dientes diminutos y sorprendentemente blancos.

No habría llorado por sus padres, ni nos habría dicho que cree en Dios.

Gracias, Diosley.


Hoy me enseñaste qué es el perdón.

viernes, 6 de octubre de 2017

RESPONDE

1.      ¿Me odias?
2.      ¿Sientes Rechazo hacia mí?
3.      ¿Te he lastimado de alguna manera?
4.      ¿Hice algo que desapruebes?
5.      ¿Alguno de mis comportamientos te causó molestia o incomodidad?
6.      ¿Te produzco asco, vergüenza o desinterés?
7.      ¿Qué imagen tienes de mí?
8.      ¿Me odias?

Sí, repetí esta pregunta, porque quiero asegurarme de que estás seguro de tu respuesta.

sábado, 16 de septiembre de 2017

Me he guardado una foto tuya muy cerca del corazón.
Tal vez así logres escucharlo.
-@Yasmiangeles

viernes, 11 de agosto de 2017

Parecías lluvia |original @yasmiangeles|

Parecías lluvia.
De esas catastróficas,
que destroza todo a su paso.
De esas que suena tan fuerte
contra los tejados,
que es imposible escuchar otra cosa,
más que el constante y escandaloso repiqueteo
de las gotas contra la superficie dura.
Esa es tu voz

Parecías lluvia, constante,
permanente,
de esas que de  deja empapadas
las ventanas,
empañadas y
tan irregulares
que es imposible la vista.

Era imposible ver otra cosa
que no fuese la lluvia,
esa lluvia que eras.

Parecías lluvia helada,
de las que hace temblar al tacto.
Recuerdo cómo temblaba...

Parecías lluvia,
de las que eriza la piel
al recorrer el cuerpo.
Ambos cuerpos.

 Parecías lluvia melancólica,
de esas que reduce el corazón en tamaño, de las que ahoga la garganta,
y el pecho,
y el alma.

Parecías lluvia desastrosa,
de esas que se va sin aviso,
sin arco iris
y sin...

sábado, 29 de julio de 2017

Lo peor de toda mi historia ha sido sentir en carne propia el desprecio.
Eso es lo que en verdad duele.

miércoles, 19 de julio de 2017

Siempre digo que no volveré a cometer la misma estupidez.
Y aquí estoy, escribiéndote, para luego escribir de ti...
Veo las cosas bonitas que mis amigos escriben, dicen, regalan, expresan a sus novias y me pregunto qué está mal conmigo...
Y entonces fue como si me cayera de la cama. Esa no es una bonita forma de despertar de los sueños...
Quería que fuese especial.
No se sintió bien
¿Quieres saber toda la verdad sobre una persona?
Visita su blog en tumblr
Esto no está bien.
Nunca lo  estuvo.

sábado, 8 de julio de 2017

Y contra todo pronóstico, hay una persona (inesperada) que me inspira a escribir...
Es incalculable cuán malo es esto.
No puedo caer otra vez.
No con él.
Siempre se ganó mi desprecio.
No puede inspirarme esta vez.
No puede ocupar mis pensamientos.
No él...



Pero si aquí estoy.
Tecleando mi frustración en su nombre...



Otra vez incongruente.
Confusa.
Absurda.
Temerosa de lo que esto significa.


No él...

Mi querencia

Sí, mi querencia. Todos tenemos una. La mía no es como la del Tío Simón, pero querencia al fin, duele como duelen los recuerdos y sigue latente en mi pecho como si nunca me hubiese ido.

A veces me tomo el tiempo para recorrer algunas fotografías. Realmente son pocas, pero son suficientes para revivir en fracciones de segundos, cada instante añorado, lejano en las memorias.






Extraño los amaneceres y las puestas de sol que ofrecen espectáculos de mil colores. Los pájaros revoloteando y los pinos que gotean rocío eterno que no se evapora porque el sol no calienta lo suficiente.

Extraño el olor a tierra y madera húmedas y el piso lodoso que siempre ensucia los zapatos. Extraño la vista de caballos, flores y Caracas a lo lejos. Con el Ávila de frente y el alma feliz.


Extraño las caminatas entre árboles y barrancos al salir de clases, las noches de té viendo la luna y las estrellas (fugaces también) en un cielo infinito e ininterrumpido.

Extraño el aire puro y helado que reconforta los pulmones, el olor a moho y la humedad infinita que dañaba los muebles.

Extraño los sábados de cochino frito en el almuerzo y fresas con crema de postre, para rematar con cachapas y chocolate caliente para la cena.

Extraño esos lugares pequeñitos a los que llamé hogar (muchas mudanzas) pero siempre en mi montaña querida.

Extraño las tardes de pólvora, tiro y polígono con mi padre. Las caminatas largas entre montes arropados por el frío de esa montaña.

Mi Junquito querido.
Mi querencia arraigada.






Extraño la atribulada vida caraqueña, apaciguada en cada viaje sobre el nivel del mar de regreso a casa.

Extraño las tardes de música en las iglesias, en las plazas, en las esquinas o dónde nos atrapara la tarde, en esa ciudad, con queridos amigos.
Extraño los miércoles de cine y viernes de reunión familiar, en esa ciudad.

Sin duda alguna me hace falta la traumática y desastrosa experiencia del metro de Caracas, o las avenidas de esa ciudad bendita llena de gente calurosa y tan humana que se te infla el pecho.
Mi gente bella, de esa ciudad.

Pero sobre todo, extraño esas dos horas de viaje por carretera sobre el nivel del mar.
A mi casa, a mi montaña. En el carro (luego camioneta) de mi madre. Con su compañía. Ambas hablando como locas sobre las anécdotas del día. Cantando a todo pulmón sin importar que alguien nos viera o escuchara.
Puras, sinceras. reales.
Caraqueñas.
Y yo, junquiteña de pura sepa, además.

Ya no hacemos esas cosas.
Y quiero que vuelvan.




Hace casi dos años que no regreso a esos bosques ¡y cómo le hace falta a esta piel que la arrope la neblina!
Ahora vivo atribulada, infeliz pero satisfecha (o tal vez al contrario) entre dos ciudades calurosas donde las nubes asoman para dar más calor.

¡Cómo extraño la lluvia!
La de verdad.
La que castiga a los árboles y recuerda quién es quién manda sobre la tierra.
Extraño el frío y las noches tormentosas de viento silbante contra la ventana.


De separarme y extrañar se ha compuesto mi vida. Ya me acostumbré a  dejar cosas atrás y a no apegarme a lo nuevo para que no duela la próxima despedida.

De despedidas y "no me olvides" se vistieron mis años escolares.
Estrategia útil para tener el sentimentalismo como último recurso.
Pero eso no me exime de escribir mis temores y mis penas.

Naturalmente, encuentro en el lápiz y el papel (o el teclado) un refugio irreemplazable.


Muchas cosas han quedado atrás. Muchas cosas me han dejado atrás.
Pero mi querencia siempre va a ser mi montaña amada.
Mi Junquito.
Mi Caracas.
Mi ciudad.

viernes, 7 de julio de 2017

Honestamente me impresiona cuán cruel, frustrante, divertido, gratificante, atemorizante y fascinante puede llegar a ser, llevar una vida atribulada donde nada es estable...









...Yo pensando en todo lo que he aprendido y dejado atrás...

Escape

De momento, pienso con frecuencia en escapar de la rutina. Ahoga tener que asumir las responsabilidades una tras otra, o en el peor de los casos, en simultáneo, una sobre otra.

De momento, pienso de vez en cuando, si las responsabilidades lo permiten, en que me urge una escapada a la Colonia Tovar con buena compañía, una visita al teatro a reír un poco de mis desgracias dichas por otro, o en última instancia, un amante, a ver si por lo menos los orgasmos disipan la frustración aunque sea por un rato...


sábado, 24 de junio de 2017

Durante  mi infancia creí que tendría la dicha de ver los horrores de los que es capaz el ser humano a través de la pantalla del cine. Que podría conformarme con imaginar la cruda realidad  gracias a las actuaciones magistrales de artistas que interpretan papeles inhumanos frente a la cámara. Durante un tiempo creí que tendría la fortuna de llevar una vida normal, alegre, crecer en un país donde la vida era compleja pero que podría llamarse vida a fin de cuentas.

Por un tiempo creí que el país más maravillo del planeta fue colmado con tantas bendiciones que era imposible sufrir aquí. Que las riquezas serían suficientes y que el carisma de nuestra gente siempre nos sacaría adelante. Pero esas ideas utópicas han sido arrebatadas de mi cabecita inquieta.

Durante  mi adolescencia creí que la crisis se limitaría a no poder transitar en las calles de noche o tener que estar muy atentos en el metro de Caracas por los carteristas; que ya era malo, si. Peor nunca como esto.

Apenas estoy pisando los primeros años de mi adultez y el panorama es tan diferente a lo que imaginé, que parece una pesadilla todo lo que habita en el mundo real; pero es tan doloroso que entiendes que es imposible que tanta maldad habite sólo en tus pensamientos y entiendes que sí. Tristemente sí es el mundo real.

O más bien un sistema real. Uno que arrebata  tierras, propiedades, derechos, esperanzas, metas y hasta personas. Un sistema real que dio formas sangrientas a un país y arrebata hijos a sus madres, padres a sus hijos, esposos a sus esposas y así sigue las lista.

Un sistema real lleno de podredumbre y mortandad por donde se mira. Que nos obliga a llorar cada día anhelando las cosas más elementales, como un plato de comida, el derecho a vestir y llevar calzado, la oportunidad de estudiar, trabajar o vacacionar e incluso, a tener una familia o vivienda, porque incontables son los niños que EXISTEN (porque difícilmente viven) solos en las calles.

Pero todos reconocemos el rostro de los culpables. No hay mucho que especular después de todo. Nos pintaron las crueldades con colores de revolución, colores mortuorios y desalmados; y las llenaron de cadáveres regados por todas partes, junto a casquillos de bala y el rastro de lágrimas secas.

Pues, yo creo que si esa revolución está tan hambrienta de muerte, más le vale suicidarse y que deje de asesinarnos, ¿no?

Porque, ¿qué culpa tenemos nosotros?, especialmente los que han caído a manos de bastardos sin honor ni gloria. ¿Qué culpa tenían esos niños que se van con la muerte, de las decisiones de los que quedaron vivos?

¿Qué culpa tiene este país? Este país real que resultó llevar nombre de mujer. Una bella composición de letras que nos llenan el alma de alegría y el corazón de satisfacción a pesar de todo lo malo.
 #Venezuela, BELLA, que pare sólo gente bonita, GENÉTICAMENTE de las personas más felices del mundo (científicamente probado)
¿dónde está el error?
Que alguien me lo diga porque me niego a pensar que nací en el país equivocado, que  nacimos sin oportunidades, que no importan el optimismo o la alegría que nos caracterizan porque valen más el hambre de poder y la corrupción que el honor o los derechos. Que valen más las armas que los libros, o las botas militares más que los instrumentos musicales, o los cheques firmados más que los zapatos de fútbol, o que simplemente lo malo vale más que lo bueno.

Que alguien por favor me explique en qué punto de la historia Venezuela metió la pata para merecer tanto odio, desgracia y muerte.
Que alguien me lo explique porque me niego a pensar que, como dijo una vez Canserbero, "o Dios no existe, o Dios es Bipolar", porque creo que no tiene ningún sentido darnos tantas bendiciones y castigarnos con esta basura de color rojo



FOTO: @ipaniza



FOTO: @federicoparra

viernes, 23 de junio de 2017

Artículo n° 55 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela


"Toda persona tiene derecho a  la PROTECCIÓN por parte del Estado a través de los órganos de seguridad ciudadana regulados por ley, frente a situaciones que constituyan amenaza, vulnerabilidad o riesgo para la integridad física de las personas, sus propiedades, el disfrute de sus derechos y el cumplimiento de sus deberes (...) Los cuerpos de seguridad del Estado respetarán la dignidad y los derechos humanos de todas las personas. El uso de armas o sustancias tóxicas por parte del funcionario policial y de seguridad estará limitado por principios de necesidad, conveniencia y PROPORCIONALIDAD conforme a la ley"



FOTO: @FEDERICOPARRA

viernes, 2 de junio de 2017

Entre Balas y Libertad || Leonardo Padrón |(enlace)|

Como de costumbre, este genio de la palabra logra estremecer lo más profundo de mis entrañas.
Ciertamente duele ser venezolana, pero no por vergüenza, sino por un sentido patrio tan arraigado como las raíces de un árbol.
Me quito el sombre una vez más ante las asertivas impresiones de uno de los rostros del PERIODISMO DE OPINIÓN de mi país. El grande, el maestro, EL IMPOSIBLE, Leonardo Padrón.

lunes, 17 de abril de 2017

martes, 4 de abril de 2017

Fácil.

Es fácil hablar de la muerte mientras no tenemos que enfrentarnos a ella.

Es fácil decir que estamos bien cuando creemos que no podemos estar peor.

Es fácil fingir que amamos a alguien cuando siempre hemos sido amados.

Es fácil decirle a un miserable que no sufra sus penas cuando la felicidad es lo único que conocemos.

Es fácil ser un imbécil, cuando el mundo siempre ha estado a nuestros pies.

@Yasmiangeles
Tenía los ojos más bonitos que yo hubiera visto jamás,
sin embargo, escondían el universo más terrible...
No habría podido lidiar con ello.

Soy animal |Original @yasmiangeles|

Esta mañana desperté sabiendo que los cuentos de hadas no se escriben para los animales.
Una reflexión absurda que me llevó a pensar que tal vez no soy princesa
y me dio la certeza de que, por el contrario, sí soy un animal.

Dicen que los animales no sienten, y en mis intentos por
desenrollar mi propio cerebro, me atrevo a decir
que eso no es del todo cierto.
Soy un animal y siento con total claridad
el agujero que se quedó en mi alma al enterarme de tu partida.

Aún no sé si el vacío lo dejas tú,
o la incertidumbre de lo que me espera.
Aún no tenemos esa conversación tan necesaria,
y cuando se pronuncien las palabras,
sé que va a doler.

Yo creí que seríamos diferentes porque,
al tú ser diferente y al yo ser un animal,
las cosas debían tener una cara distinta.
Pero, me equivoqué.

Creí por un momento que algo de lo que hacía
finalmente tendría sentido.
Pero, me equivoqué,

Creí, absurdamente,
que tendrías la valentía de admitir tus debilidades
pero, me perdí en ti antes de que pudieras encontrar tu propio camino.
Así que, de nuevo me equivoqué.

La mañana es gris y al abrir los ojos
y reconocer que no soy princesa,
sino animal,
creí que tal vez este día sería diferente,
pero, como tú eres tú,
estoy segura de que me volví a equivocar;
y a penas son las seis de la mañana.

En teoría este es el día en que me dirías la verdad.
La que yo ya sé y, por respeto, merezco que reconozcas.
Aunque, a estas alturas,
ya sabemos que me equivoco con facilidad.

Ya no se trata de las sonrisas falsas
y los besos fingidos.
Tu vida ha tomado un nuevo rumbo
y me has lanzado del tren
en la bifurcación que marcaban los rieles.

Tenías en tus manos las caricias que anhelaba y
sin darme cuenta, me hice de la valentía necesaria
para amputar mis propios dedos
y prestártelos
en un desesperado intento por que me tocaras.

Ya el tren se ha hecho pequeño a la vista
y mi única opción es seguir a pie por
la otra vía.

La vida me obligó a experimentar
la indescriptible sensación
de creer que eres nada;
y aprender sin notas en el margen,
cuánto puede matarte ver
cómo otros sí merecieron
aquello por lo que luchaste
hasta perder el aliento.

No soy princesa, soy animal.
Y, contrario a lo que todos piensan,
sí sentimos y, en efecto,
no merecemos nada.


@Yasmiangeles
Sabes qué es horrible..? Respirar profundo y guardar silencio, cuando lo que tu corazón pide es romper en llanto y gritar hasta quedar sin aliento...
No imaginas cómo duele pensar que ya no queda nada de lo que eramos

domingo, 19 de febrero de 2017

Y cuando no estuviste fue cuando más necesité decirte de mis días y mis noches.
Como un acto masoquista que buscaba enmarcar tu ausencia entre mis manos.

jueves, 19 de enero de 2017

De pensadores libres ||Edgard Allan Poe||

Durante todo el oscuro y silencioso día, con la nubes presionando bajo desde el cielo, yo me paseaba solo a caballo por un sendero sombrío y resbaladizo por el campo, y a cierta distancia veo las formas del atardecer, entremezcladas con las vistas de la melancólica casa Usher.
No sabía cómo era, pero con el primer vistazo de la casa, una sensación de tristeza intolerable se apoderó de mi espíritu. Miré con impotencia el paisaje al rededor de la propiedad.
Las paredes, los troncos ya blancos de los árboles podridos dentro de esperanzas totalmente perdidas; había frialdad, hundimiento... la búsqueda de un corazón
-La caída de la casa Usher