sábado, 15 de agosto de 2015

FRAGMENTO POÉTICO| La seducción de las palabras por ALEX GRIJELMO

Los poetas demostraron, antes que los psicolingüistas, que todas las palabras suenan en nuestros oídos aunque las leamos en silencio. Después, los estudiosos del lenguaje y del cerebro humano han convenido en que la lectura de un texto va acompañada de una articulación interior, imperceptible. Ellos lo llaman "subvocalización". Por eso aprender a leer afecta a la forma de percibir las palabras que se oyen. Una vez que sabemos leer, no sólo vemos las palabras con sus letras. También las escuchamos con sus sonidos. Y con los sonidos nos llegan los colores de los fonemas y cuanto sugieren. Las formas que envuelven los vocablos crean también una estética que alcanza a los sentidos del ser humano y puede, como un lienzo, dejar admirados nuestros ojos. Las letras cumplen el papel de colores en la paleta de quien plasma un poema. La vocal u, por ejemplo, se inserta en "luz", en "lumbre", en "fulgor", en "fulgurante", en "iluminar", "luminaria"... palabras todas ellas que se apoyan en el sonido "u" y que se relacionan con la luz misma. Dámaso Alonso hablaba de "la magia de la imagen fonética" para componer "la imagen poética", y recordaba aquel verso del poeta dueño del color, Luis de Góngora: "Infame turba de nocturnas aves", donde la acentuación de la frase en las dos sílabas "tur" (turba y nocturna) , en los dos golpes de la u, hace caer sobre el verso dos intensos chorros de luz, pero de luz negra; la
misma luz negra que inunda la palabra "lúgubre"... La negrura de "luto" y "luctuoso", las sílabas que evocan el dolor primitivo de la palabra. Y es esa misma sílaba "tur" acentuada en "turba" y en "nocturna" la que encontramos en "turbio", en el dúo de letras "ur" que hallamos en "oscuro", la misma letra u que sobreviene opaca en el azul marino o en la lúgubre luz del ángulo umbrío, del ángulo oscuro: un cierto fulgor, luz, sí; pero de brillo negro, el brillo de la "púrpura" y del "crepúsculo"; porque el azul profundo y las úes que lo muestran se hallan muy cerca, hasta el punto de que en francés se dice "no veo más que azul" para explicar que alguien no ve nada; y en alemán, "estar en azul" equivale a "estar borracho"... situación que en España se llama también "estar ciego", "ir ciego" o "coger un ciego"... así que estar en azul es estar ciego... y estar ciego es estar borracho, y no ver por culpa de la luz oscura de la borrachera que obliga a "estar en azul"... Las palabras evolucionan en círculos... Porque no en vano las palabras circulan. La a, por el contrario, se muestra blanca... blancas son las letras a de alma y de candida, de clara y de diáfana, de glaciar, de alba y de cal y de agua, y de cana o de diana, la a que transparenta, la a de cristalina y de escarcha... y de la propia palabra "blanca", que exhibe su blancura en las dos vocales que la pronuncian. Y blancos son los "álamos" en su madera blanca, y los "fantasmas" en sus "sábanas", en sus sábanas blancas, vestidos por las aes de todas esas sílabas que hacen menos blanca la "nieve" que la "nevada". La letra i es tal vez el amarillo, palabra que la acoge además en su sílaba tónica, el amarillo de "genista" porque encajaría más a la retama el color blanco y a la genista el amarillo, siendo en realidad la misma planta, sinónimas en los diccionarios... El amarillo que se marchita y amarillea marchitándose y que pone el acento en la i de marchito, el amarillo del pelo rubio, el amarillo de un rostro lívido, del cofre aurino, de la piel cetrina, de la orina, de la ictericia y su palidez, el amarillo del trigo, el amarillo del limón amarillo que comparte el sabor con él, pues el nombre de este cítrico procede del término latino "amarellus" (amargo), pero la palabra que lo nombra tomó el color del claro brillante y se formó con la {acentuada... el mismo amarillo que asume la carga tónica de la delgada vocal que apuntala todas esas palabras, el amarillo que brilla. La o lleva los valores de "negro", cuyo sonido se asocia con lo fúnebre tal vez porque "nekro" llegó al español desde el griego para nombrar a la muerte (identificamos el negro con la necrológica, y vemos el negro futuro de alguien... no se trata de un problema de racismo, sino de sonidos y etimología)... Negro como el carbón, como el luto también, como el chocolate, como el oro negro. La e parece, en cambio, una letra menos coloreada, menos evidente, pero sugiere los marrones y los tonos pardos... el color marrón oscuro del café... La edel roble, de arce, del alce, del reno, del ciervo, del rebeco, la e de los árboles que en plural marronean con sus maderas perennes y que alfombran el suelo con sus pieles despegadas del cuerpo. El marrón del bosque que imaginamos cada vez que se oye la palabra "septiembre". Mallarmé lo resumió al decir que la poesía no se hace con ideas, sino con palabras. Como la seducción. Porque la seducción vive en la poesía.

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