Creo que mi reloj finalmente se ha atrofiado, o mi desorientación
temporal ahora sí me ha jugado sucio. El caso es que no he hablado contigo en
tan sólo 4 días; escasos e insignificantes 4 días y aun así me ha parecido una
eternidad.
No te conozco, jamás te he visto, no sé cómo seas o cómo hables; no
tengo idea de cómo sería tu olor, o tu sabor, o si me gustará. Sólo sé que
hablar contigo me rescata de mis pesares diarios, y que no saber nada de ti en
este punto de la semana, luego de aproximadamente 96 horas resulta agobiante,
especialmente para mi sensatez porque a fin de cuentas ni siquiera te conozco…
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