sábado, 11 de abril de 2015

El problema es que cuando te pedí que me quisieras, tú preferiste mostrar una sonrisa maliciosa y voltear la cara.
El problema es que cuando abrí los brazos, tú abriste las puertas para que me marchara.
El problema no es que te quise demasiado, el problema es que tú no me quisiste ni un poco.
Y esa realidad tan desmesurada e incompatible con mis deseos más duraderos me fue consumiendo poco a poco en un una plegaria casi inaudible, suficiente para que me dejaras.

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