se esconde esa pequeña dosis ingrata de tu presencia.
No basta el recuerdo de tu voz
para satisfacer el vacío inconcluso
de tu rostro frente a la ventana.
Odio los mapas y las carreteras
que dan forma a esta distancia incompetente,
descarada, que se atreve a bailar desprovista de toda elegancia
entre mis sueños de tus labios y el tacto de tus manos.
No bastan los susurros de media noche sobre mi almohada,
ni la limosna tacaña de tus palabras.
Ahoga de momento ese silencio que se atrapa en mi garganta,
y aquello que es tan poco que se ha vuelto insuficiente
entre sábanas manchadas.
Odio las palabras nunca dichas,
esas imprudentes y caprichosas
que rompen la mudez de mis sueños intranquilos.
Odio los relojes y los calendarios;
los pensamientos espontáneos.
Esos que mueren al final del segundero,
del último domingo del año.
Odio los momentos que no tengo
y el recuerdo inventado que se acuna en cada lágrima.
Odio los besos sin rostro
y los ojos sin nombre.
Odio las palabras marchitas carentes de significado.
Odio odiar aquello que anhela ser amado
Y odio anhelar un amor abstracto,
sin sonrisas
y sin atajos.
-Yasmira Jaimes (@yasmiangeles)
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