Aprendizaje de la abstinencia.Delirios de una puta reprimida.Carta 1. La explicación
Caracas. 23 de septiembre de 1995.
Hospital Psiquiátrico de Lídice.
Voy a intentar explicarlo.
Vivir como yo no es tan horrible una vez que te acostumbras, aunque esto no signifique que sea algo bueno.
Sugestión, conformismo, desesperación y mediocridad son 4 de los muchos pilares fundamentales que sostienen esta torre inestable de vida que tengo, este desastre, esta piltrafa humana que fue traída al mundo sin razón aparente.
Y como muestra de ello, está el hecho de que me gustas.
Sí, me gustas. Y que me gustes es sólo el resultado de sumar varios elementos bastante patéticos y deplorables, como el que mi madre con su absoluto poder sobre mí, te idealizó ante mis ojos antes de siquiera poder conocerte. Semejante insulto a la coherencia no es más que sugestión y eso me convierte en una conformista que cree que eres mejor tú que nada, y eso es producto de mi desesperación porque jamás he sido deseada con la necesidad suficiente para que alguien se atreviera a tocarme. Lo que me convierte en una mediocre que se interesa en alguien sólo porque es mejor un pedazo asqueroso de carne que nada, cuya madre se pasa parte de la vida buscándole pareja porque teme que se muera sola y marchita, rodeada de miseria, con una colección inconmensurable de orgasmos solitarios, ahogados en la pena de un cuarto compartido, lleno de camas vacías, ocupadas por personas que son nada.
¿Entendiste?
Eso significa que es mejor que mueras, antes de pretender tener algo conmigo o enamorarte de mí.
Porque jamás serás amado, sólo serás adorado por alguien que saborea los filos de la idolatría, por el simple hecho de que no concibe que el mundo exista si intenta amarse a sí misma.
Serás idolatrado por alguien que siente asco del espejo y repulsión por los aromas de la flor parasitaria y venenosa que tiene entre las piernas.
¿Lo ves ahora?
Mi locura ya no conoce límites. Ya no soy capaz de distinguir la fantasía de la realidad, eso significa que mientras te esfuerzas por rechazarme, esquivar la mirada, fingir que no existes y buscar una pronta vía de escape, en mi cabeza te arrebato toda muestra de sensatez mientras la humedad se apodera de mi ropa y me recorre las piernas, en un desesperado intento por devorarte sin piedad cada parte del cuerpo.
Y buscaré la manera más efectiva de seducirte y arrastrarte al borde del deseo no correspondido. Te haré agonizar en medio de mis pretensiones perversas sólo por el placer de saberte devoto a mi. Te comeré en vida y dejaré que te vayas con el mal sabor de boca de no poder poseer mis carnes virginales y agrietadas, mientras que yo dejaré mi marca, mi sabor y mi olor rancio impregnado en cada poro de tu piel tostada y perfumada en cobardía porque no has sido capaz de enfrentarme y mirarme directo a la cara.
Te haré desearme, pero no te amaré, porque en este cerebro podrido el amor no es más que la excusa de los que se amarran a otro ser humanos por miedo a morir como nacieron.
Solos.
Arimsay Araujo.
22 años.
En una conversación con la ventanilla de la puerta que la encierra en la celda 354 del área de aislamiento para pacientes impulsivos, en el hospital psiquiátrico de Lídice. Caracas, Venezuela. El 23 de septiembre de 1995, a las 10:15 pm
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